La Fiesta de la misericordia

La Fiesta de la Misericordia se celebra el primer domingo después de Pascua, y también es conocido como el Domingo de la Divina Misericordia. El día de la canonización de la Hermana Faustina, el 30 de abril de 2000, el Papa San Juan Pablo II proclamó esta Fiesta para toda la Iglesia.
La inspiración para establecer esta Fiesta fue el deseo de Jesús, transmitido por Santa Faustina. Jesús habló por primera vez del establecimiento de esta Fiesta en Plock en 1931 al pedirle que pintara la imagen:
“Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia (D. 49). La Fiesta de Mi Misericordia ha salido de Mis entrañas para el consuelo del mundo entero” (D.1517).
La elección del primer domingo después de la Pascua de Resurrección para la Fiesta de la Misericordia, tiene su profundo sentido teológico e indica una estrecha relación entre el misterio pascual de redención y el misterio de la Divina Misericordia. Esta relación se ve subrayada aun más por la novena de Coronillas a la Divina Misericordia que antecede la Fiesta y que empieza el Viernes Santo.
La Fiesta no es solamente un día de adoración especial de Dios en el misterio de la misericordia, sino también el tiempo en que Dios colma de gracias a todas las personas.
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, especialmente para los pobres pecadores (D. 299). Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi Misericordia. Si no adoran mi misericordia morirán para siempre” (D. 965).
En muchas de las revelaciones, Jesús no solo especificó el lugar de la fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, sino también el motivo y el propósito de su establecimiento, la forma de prepararse y celebrarlo, así como las grandes promesas. Las promesas extraordinarias que el Señor Jesús vinculo a la Fiesta demuestran la grandeza de la misma.
“En este día están abiertas las entrañas de mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata” (D. 699).
La gracia especial prometida por Jesús del “perdón total de las culpas y de las penas” es, como explica el p. Ignacio Różycki, una gracia mayor que la indulgencia plenaria, ya que ésta sólo concede el perdón de las penas temporales por los pecados cometidos, y nunca la absolución de las culpas en sí. Esta gracia, de modo excepcional, es mayor incluso que las gracias que brotan de los seis Sacramentos, excepto del Sacramento del Bautismo, ya que la absolución de todas las culpas y de las penas, es propio de la gracia sacramental del Bautismo. En las promesas citadas, Cristo vinculó el perdón de las culpas y de las penas a la Sagrada Comunión recibida en la Fiesta de la Misericordia, elevándola así al rango de “segundo bautismo”.
Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones de la devoción a la Divina Misericordia (confiar en la bondad de Dios y amar activamente al prójimo), estar en el estado de gracia santificante (después de confesarse) y recibir dignamente la Santa Comunión.