La Hora de la Misericordia

En octubre de 1937, en Cracovia, en circunstancias no detalladas por la Hermana Faustina, el Señor Jesús pidió que se venerara la hora de su muerte: 

“Te recuerdo, hija mía, que cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma” (D. 1572).

El Señor Jesús también describió de modo bastante preciso las formas de oración adecuadas para esta forma de culto a la Divina Misericordia: 

“Hija mía, en esa hora procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante” (D.1572).

Jesús asoció a esta forma de culto una serie de promesas:

“En esa hora puedes obtener todo lo que pides para ti y para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia” (D. 1572).

El p. Ignacio Różycki, teólogo que hizo un estudio detallado del Diario, enumera tres condiciones para que las oraciones realizadas en esta hora sean escuchadas:

  1. La oración debe ser dirigida a Jesús,
  2. Debe ser a las tres de la tarde,
  3. Debe hacer referencia al valor y los méritos de la Pasión del Señor.